Al celebrar una vuelta más de nuestro planeta alrededor del sol, en la que vivimos las cuatro estaciones, se cumple un minúsculo ciclo de nuestra propia vida, en una minúscula galaxia del universo, en el pequeñísimo sistema solar, en un insignificante punto del universo llamado Tierra.
A pesar de lo anterior, quizás por rebelión a la verdad anterior, a veces llegamos a creer que las cosas giran alrededor de nosotros mismos. Ese es justo el momento en que podríamos estar casi todos equivocados. No somos el centro del universo, las cosas no giran alrededor de nosotros.
No sabemos bien por qué, pero cada cambio de año es un momento para renovar la esperanza y la confianza en la paz, la alegría y la humanidad.
Olvidamos que hace ya XXIII siglos se hablaba de que la tierra gira alrededor del sol y que durante el Renacimiento, Nicolás Copérnico lo demostró ante todo el mundo. Más tarde, los astrónomos terminaron por aceptar que ni siquiera el Sol es el centro del universo; en la década de 1920, se demostró que formaba parte de un sistema aún mucho mayor: la vía láctea y que ésta era tan solo una entre miles de millones de galaxias más.
Los avances en la observación del universo son cada día más impresionantes, nos muestran descubrimientos de un universo cada vez más grande y que sólo representaría una pequeña fracción del todo. Esto, que nos maravilla, también nos pone en una condición de infinita pequeñez.
Cumplimos 15 años del siglo XXI, pasamos a 2015, pero esto es casi nada si pensamos que la Tierra tiene algo más de 4.500 millones de años y que los restos más antiguos de Homo sapiens tienen tan solo 195 mil años.
Desde el punto de vista del tiempo, somos recién nacidos en comparación con la edad de la Tierra. Y en relación con la edad del universo, simplemente somos unos segundos de vida.
¿Qué tiene que ver todo esto con el Teatro NESCAFÉ DE LAS ARTES y con nuestra cultura?
Nada y todo.
Nada por la insignificancia de un punto de la ciudad de Santiago en donde se presentan obras y espectáculos diversos que han visto un millón de personas en 5 años.
Todo si nos consideramos parte –insignificante o no – del universo mayor, de nuestra galaxia, de nuestro sistema solar, de nuestra Tierra, de nuestro país, de nuestra ciudad, de nuestra comunidad.
Este hermoso acontecimiento que significa la llegada de un Año Nuevo, que pone a todo el planeta a disparar fuegos artificiales y regalar abrazos por doquier, en una fiesta de los buenos deseos y de las emociones humanas que nos unen por un momento en el amor y la paz, con toda su pequeñez, es una muestra de la vocación del universo, que en el momento de dar una vuelta al ciclo maravilloso de la existencia, luego de vivir el verano, el otoño, el invierno y la primavera, nos pone –con más experiencia y años vividos– a crear el futuro, el nuevo ciclo de la vida, una vuelta más alrededor del sol, entre millones y millones de estrellas y galaxias. Tal vez preparándonos para un largo viaje posterior a las galaxias.
No sabemos bien por qué, pero cada cambio de año es un momento para renovar la esperanza y la confianza en la paz, la alegría, la humanidad y, por cierto, en todo lo que nos proporcionan las artes para recuperar el sentido de vivir y sentirnos parte de un todo, desde este mínimo planeta que gira alrededor del sol.
Hacernos concientes de que formamos parte de este universo mayor, que respondemos a leyes que se dan en todas las dimensiones, y que ofrecemos con gusto y con amor nuestro producto creativo a esta inmensidad de vida, es nuestro propósito, nuestra visión y misión.
Felicidades para todos nuestros amigos, artistas, comunidad y colaboradores. Hemos dado una vuelta más alrededor del sol.
Alfredo Saint-Jean Domic