Una página fantástica

En Chile se está escribiendo una página fantástica de la historia de nuestro cine con el Oscar recientemente obtenido por el film “Una Mujer Fantástica” como Mejor Película Extranjera.

Estamos frente a una obra que logra algo extraordinario: se convierte en estímulo y agente de cambio.

Un fantástico sorbo de éxito para aplacar la sed de reconocimiento que tiene nuestro país. Un sorbo de gloria, algo parecido a los triunfos de la Selección, que en más de una ocasión lograron que se desbordara la alegría y el júbilo nacional.

Pero con una gran diferencia: el fútbol se vive como una emoción masiva de millones de personas y queda como un bello recuerdo cuando se logran triunfos, o un amargo sorbo cuando padecemos la derrota.

En el caso de «Una Mujer Fantástica», es un acontecimiento resultante de una idea valiente que se convierte en un guión, y éste se convierte a su vez en una película que remueve los significados, valores y conductas de los chilenos y chilenas en materia del amor, la identidad y la sexualidad. Una película que estremece los cimientos valóricos de la cultura y la convivencia.

Un producto cultural chileno alcanza el mayor reconocimiento internacional. Y todo el mundo comienza a hablar de esto. Claro, todo el mundo comienza a conversar, discutir, pelear, criticar, opinar , calificar y descalificar la película, el contenido. No sólo se trata de una idea bien llevada a una producción cinematográfica. Se trata de una idea audaz, sobre un tema que mueve las pasiones, emociones, razones y sinrazones de la gente. Nadie se queda impávido. Todos tenemos algo que decir.

Más aún, el impacto causado es tan grande que este sorbo de gloria cinematográfica se transforma en pocos días en un agente de cambio cultural y social. Comienza a discutirse en el parlamento sobre la identidad de género, la libertad sexual, las opciones legítimas de cada cual y las formas de convivencia que las personas deseen para compartir sus vidas.

En el telón de fondo… el amor. El sentimiento humano más importante comienza a ser leit motiv de la conversación nacional. Contaminando por cierto con todos los juicios y prejuicios, con las visiones morales, éticas y religiosas, con el debate furibundo de la rabia conservadora y puritana, o con los puños en alto de los sectores del progresismo sociocultural que encuentran un punto de apoyo para sus demandas de más libertad, no represión, inclusión y expresión de la diversidad.

Estamos frente a una obra que se convierte en estímulo y agente de cambio. Es un ejemplo para respondernos a la pregunta mil veces planteada sobre la función del arte. No queremos sostener que siempre las obras deban cumplir un rol de cambio social, pero celebramos que esta película haya logrado dar visibilidad a un tema social, sensibilizar y generar debate.

De vez en cuando surgen obras artísticas que logran impulsar nuevas visiones y cambios, de modo mucho más eficiente, rápido y persuasivo que cualquier campaña publicitaria. Hace algunas décadas, «El Chacal de Nahueltoro» significó que el país se abriera a la discusión sobre la pena de muerte, y la película argentina «La Historia Oficial» significó abrir la conversación social sobre atrocidades de la dictadura.

Sin lugar a dudas, hoy estamos ante otro hito, uno que confiamos trascenderá generaciones y abrirá nuevas puertas. Qué suerte ser testigos de este momento histórico.

Alfredo Saint-Jean Domic