Chile ha dado pasos significativos en materia de institucionalidad cultural en los últimos 25 años. A pesar del complejo escenario constitucional en materia de derechos culturales, como país hemos asumido desafíos en torno a compromisos internacionales, que debe establecer el Estado con la cultura, así llegamos al día de hoy 13 de octubre de 2017 a vivir un momento histórico para el país: la promulgación del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.
Estas transformaciones no se suceden por arte de magia: hay que asumir la defensa de lo que se ha logrado e implementarlo siguiendo los valores que lo inspiran.
Esta nueva institucionalidad debería ser una de las más estratégicas y transversales de un gobierno, pero si somos francos, eso parece lejano de gran parte de las voluntades políticas, que no logran dimensionar los alcances que puede tener un ministerio como éste. Tal como lo establece la Convención de la UNESCO, promover, proteger y difundir la diversidad de expresiones culturales de un pueblo debe ser prioritario, puesto que esto fomenta una cultura democrática, pacífica, fraterna y más justa, profundizando los lazos que existen entre los ciudadanos y entre los pueblos, mejorando la educación integral, sensibilizando colectivamente a las comunidades, reconociendo las diferentes culturas en el respeto y la autonomía.
Este proceso tuvo componentes que tenemos que valorar, en primer lugar participación. Su debate duró años, lo que muestra el compromiso del mundo de la cultura con este paso. Desde distintas ópticas se enriqueció la gobernanza, la descentralización, la participación, la visibilización de campos antes disminuidos institucionalmente, las facultades en educación; esta institucionalidad da cuenta también del carácter transversal de las culturas, las artes y el patrimonio para una sociedad. Hay que valorar también el compromiso de la Presidenta de la República para sacar adelante una institucionalidad que a los ojos de los medios y la contingencia no parece relevante, sin embargo, quienes hemos dedicado nuestra vida al desarrollo cultural sabemos cómo ésta forma parte de la vida de las personas, cómo las artes nos enriquecen, mejorando la calidad de vida y dándole sentido a nuestras vivencias.
El compromiso con el desarrollo cultural del país debe ser asumido desde el Estado con una institucionalidad robusta como ésta, porque de lo contrario, quien se encarga de esa tarea es el mercado, profundizando las desigualdades.
Ahora nos corresponde mirar y participar de este proceso que comenzó con optimismo, pero con mucha responsabilidad, pues estas transformaciones no se suceden por arte de magia, hay que asumir la defensa de lo que se ha logrado e implementarlo siguiendo los valores que lo inspiran, que las artes, las culturas y el patrimonio sean un derecho de todos quienes habitan Chile.
Alfredo Saint-Jean Domic