Javier Barria
La historia de Meshell Ndegeocello es una historia de amor por la música. De amor y libertad. Precisamente su nombre artístico – adoptado de la lengua africana swahili- significa “libre como un pájaro”; y esa libertad la ha llevado con el tiempo a explorar más allá de su lugar de origen: la música negra. Como varios músicos que han desarrollado su carrera desde la década de los noventa, Meshell carga con un bagaje de décadas de música hacia atrás que ha sabido sintetizar en una cosecha propia, intensa y apasionada. En un punto de la historia en donde hay menos posibilidades de revolucionar o crear un sonido nuevo, ella llegó a homenajear al buen sonido. No solo estamos hablando de la música soul, motown, funk o hip hop; sino que su alcance llega también hasta cantautores como Leonard Cohen o Nick Drake, a quienes ha versionado recientemente.
Convertida en el año 1993 en una de las primeras artistas en ser fichadas por Maverick, el entonces nuevo sello discográfico creado por Madonna a través del cual editó su explosivo debut, Plantation Lullabies; su talento la llevaría no solo a ocupar portadas en revistas especializadas en su instrumento madre hasta el día de hoy (el bajo), sino también a convertirse en una requerida músico de sesión, prestando servicios en grabaciones de The Rolling Stones, Alanis Morissette, y la propia Madonna, entre otros artistas.
Pese a esto, Meshell nunca siguió el curso que se esperaba luego de su debut, y sucesivos cambios de sonido en cada disco y la ausencia de la búsqueda de hits radiales fueron moldeando una identidad propia e inquieta. Luego de un segundo disco (Peace Beyond Passion, 1996) muy similar al debut, en el año 1999 editó Bitter, un álbum calmo escrito alrededor de un quiebre sentimental y que la acercó más a la música folk. De vuelta al sonido negro en su magistral Cookie: The Anthropological Mixtape (2002) -alguna vez calificado por la prensa norteamericana como “el disco que Prince siempre quiso hacer”-, este trabajo funciona como una suerte de abanico en donde caben todos los sonidos de la música afroamericana, desde el gospel y el jazz hasta la guitarra de Jimi Hendrix. A modo de referencia, muy similar a lo que actualmente está haciendo la estrella del hip hop Kendrick Lamar.
Comfort Woman, editado en el año 2003 y quizás mi favorito, la encuentra explorando en el reggae y la música dub, influencias que recoge para elaborar una agradable y lisérgica experiencia minimalista. Posteriormente los títulos The World Has Made Me The Man Of My Dreams (2007), y Devil’s Halo (2009) coquetean con el rock avant garde neoyorquino y ciertos toques de punk.
Lo que veremos este 6 de abril en el Teatro NESCAFÉ de las Artes es el sonido que viene desarrollando junto a su banda estable desde 2011. Son tres discos editados (incluyendo un homenaje a la obra de Nina Simone) elaborados orgánicamente con la sobria instrumentación de cuatro músicos. Es imposible quizás ver a todas las Meshell que han pululado por su discografía, pero tengo la intuición de que en ella siguen viviendo y las energías están intactas; habrá que comprobarlo ahí. Esperé por años este concierto y no me lo pierdo por nada.
Javier Barria
Músico chileno independiente, ganador del Premio Pulsar 2015 en la categoría Mejor Cantautor por su disco Folclor (2014).