Antonio Skármeta

Larga vida a Antonio Skármeta Vracinic

Para mí, Antonio Skármeta no fue sólo el escritor brillante de pluma certera e imaginación extraordinaria. Es justo decir que sin él probablemente no existiría este Teatro.

En el año 70, cuando este recinto se conocía aún como Cine Arte Marconi, Skármeta asistió a uno de los conciertos de rock -bautizados Hito Beat- que yo organizaba y escribió una reseña para la revista Ercilla.

A partir de ese momento se forjó una amistad que el tiempo no hizo más que afianzar. Después de muchos años, viajes, libros, reconocimientos y encuentros, quisimos trabajar juntos en un proyecto: él me encargó la producción de la obra de teatro «El Plebiscito», de su autoría.

Por azar o por destino, nunca lo sabremos, buscando un recinto en donde presentar aquel estreno, volví a ese antiguo teatro en donde había hecho conciertos de rock y donde había conocido a mi amigo Antonio. «Se arrienda», anunciaba un cartel instalado en las puertas cerradas.

«El Plebiscito» nunca se ha estrenado en su versión teatral, pero se convirtió en la base de «No», la premiada película del director Pablo Larraín. En lugar de una obra, se abrió un teatro, el TEATRO NESCAFÉ DE LAS ARTES, del que fui cofundador y su primer Director Ejecutivo, mientras que Skármeta ofició como maestro de la ceremonia de inauguración y miembro permanente de su Comité Consultivo Programático.

«¡Teatro Habemus!», dijo Skármeta el 6 de agosto de 2009 en la apertura, y con esas palabras nos hizo sentir no sólo la alegría de esa meta conseguida -la de rescatar del olvido el antiguo Marconi y darle una nueva vida-, sino también que todo lo que estaba por venir era posible.

En 2010 tuvimos la dicha de recibirle para celebrar aquí sus 70 años, con una fiesta que fue una verdadera exaltación de la vida. Esa noche vimos una y otra vez esa sonrisa ancha, amable y generosa que siempre lo caracterizó.

A Skármeta quiero recordarle así: no sólo como el escritor brillante que fue, como el autor de «Ardiente paciencia», o como el Premio Nacional de Literatura, sino como ese amigo y cómplice, de sonrisa ancha, amable y generosa, que me hizo saber que tantas cosas eran posibles.

Larga vida a Antonio Skármeta Vranicic.

Alfredo Saint-Jean Domic