Joyce DiDonato: gran mezzosoprano

Desde su debut en el Metropolitan Opera House en 2005, Joyce DiDonato se ha convertido en favorita de ese teatro neoyorquino, oficiando también ocasionalmente como anfitriona de las transmisiones de las temporadas Met Live in HD.

Su primera aparición en el Met fue como el Querubino en “Las bodas de Fígaro” de Mozart. La voz de esta a mezzosoprano de coloratura estadounidense se presta para encarar personajes travesti (trousers roles) y así fue como en esa misma temporada de 2005, aparte de abordar al paje mozartiano, encarnó también a Stefano en “Romeo y Julieta” de Gounod. En 2011 subió a escena con otro paje, Isolier, en “El conde Ory” de Rossini.

En roles completamente femeninos su debut fue como Rosina en “El barbero de Sevilla” de Rossini en 2007, responsabilidad que volvió a asumir en 2009, siendo este rol el que la lanzó a la máxima fama internacional, compartiendo escenario con Juan Diego Flórez.

El estreno mundial de “La isla encantada”, una singular fantasía operística barroca (pasticcio) estrenada mundialmente en el Metropolitan en 2012, tuvo a Joyce DiDonato en el personaje de la hechicera Sycorax.

En 2011 esta cantante interpretó al personaje del Compositor en “Ariadna en Naxos” de Richard Strauss y al año siguiente asumió el rol titular de “María Stuardo” de Donizetti. En 2014 participó en otro rol titular, en “La cenicienta” de Rossini, cantando por última vez ese papel en la memorable función que exhibió en directo el Teatro NESCAFÉ de la Artes.

Más tarde, en el año 2015, cantó en otra ópera de Rossini, “La dona del lago”, y en la Temporada 2017/2018 ofreció una memorable interpretación como Adalgisa en “Norma” de Bellini y se le podrá ver nuevamente este sábado 28 de abril como protagonista de «Cendrillon» de Massenet.

Rosina en silla de ruedas

En 2009 Joyce DiDonato agregó uno curiosidad al gran anecdotario de la ópera. La cantante se fracturó el peroné de su pie derecho en pleno desarrollo de la primera de varias funciones de “El barbero de Sevilla” en la Opera Real del Covent Garden de Londres, debiendo continuar la representación apoyada en un bastón, previa advertencia a un público que reaccionó con una cerrada ovación.

Lejos de querer retirarse para las siguientes funciones, la cantante las enfrentó pidiendo actuar sentada en una silla de ruedas. Esto significó disponer cambios en el escenario y simplificar la dirección teatral, que afectó ligeramente la actuación del elenco de pimerísimas figuras. Esta solución, que evitó a una lamentable ausencia artística, ciertamente única en la historia operística de nuestro tiempo, quedó perpetuada en una grabación comercial en DVD.