Gustavo Santaolalla

Gustavo Santaolalla: «el disco ‘Corazones’ cambió todo para mí»

«Siempre estoy en búsqueda de cosas que me saquen de mi zona de confort, que me representen un desafío», dice Gustavo Santaolalla, el multifacético músico, compositor y productor argentino que lleva más de cuatro décadas transformando la música latinoamericana y que hoy, por primera vez en toda su carrera, emprende una gira para presentar sus propias canciones. «Lanzo mi carrera de solista a los 66 años», comenta con humor, mientras alista su concierto en Chile, confirmado para el miércoles 12 de septiembre.

«Desde muy chico porque me interesaba lograr una música que sea realmente nuestra, que pueda pertenecer al escenario mundial del rock o de la música alternativa, pero que tenga una identidad propia», asegura Santaolalla.

«Yo he hecho cuatro discos solistas, dos de canciones y dos instrumentales, a través de un período de 30 años, los cuales nunca toqué en vivo, por una razón o por otra. Es la primera vez que lo hago, y por eso digo que es quizás el espectáculo más personal que he hecho, el de más intimidad», apunta el artista, quien sabe que su público es heterogéneo, abarcando desde personas de su generación, que le conocieron en los ’70 cuando era parte de la banda Arco Iris, hasta adolescentes que lo admiran por la música del exitoso videojuego The Last of Us.

Su talento y conexión con la música quedó en evidencia muy temprano. Cuando tenía 10 años tuvo una profesora que desistió de sus labores y le dijo a su madre: “Su oído es más fuerte que mi música”. Sin embargo, Santaolalla no sintió el deseo de dedicar su vida a esto sino un par de años más tarde, cuando el estallido de los Beatles se tomó al mundo por sorpresa.

La motivación que sintió en aquel momento parece no haber mermado. «Tengo un apetito voraz por la vida, que a veces me ha dado algunas indigestiones, pero me gusta realmente experimentar y siempre estar aprendiendo cosas nuevas», asegura.

Hoy, aunque posee una larga lista de premios -dos Oscar por las bandas sonoras de películas Babel y Brokeback Mountain, 19 Grammys, dos Baftas y un Globo de Oro-, Santaolalla habla de su trayectoria y de la gira Desandando el Camino con naturalidad y cercanía. «Si alguien quiere conocerme como artista ésta es una gran oportunidad», advierte.

– ¿Qué recuerdos tienes de tu tiempo con la banda Arco Iris?

Fue la primera banda que tuve. Yo soy de la provincia de Buenos Aires, no de la capital. Crecí en un lugar muy lindo, con calles de tierra, con campitos, y Arco Iris nació ahí, en esa ciudad pequeñita de la que soy yo, Ciudad Jardín. Luego nos fuimos a vivir en comunidad y fue un grupo bastante especial porque no éramos solo un grupo musical sino que también teníamos una hermandad de carácter espiritual, y para mí fueron años muy formativos en muchas cosas. Hay muchas cosas que rescato, muy positivas, que me sirvieron, y otras que no, que fueron las que me llevaron a separarme del grupo. Pero hay muchas cosas que tienen que ver con una búsqueda espiritual interna mía que yo traigo desde pequeño, desde muy chico, que en Arco Iris se profundizó un poco más.

– Has dicho que de niño quisiste ser sacerdote. ¿Crees que la música puede ser un camino para la búsqueda espiritual?

Absolutamente. Lo ha sido para mí siempre, desde muy chico. Siempre sentí una conexión muy fuerte entre la música y la espiritualidad. Siempre sentí esa conexión de algo trascendente con lo que la música nos puede conectar. Creo que cualquier artista que es honesto tiene que reconocer que hay algo más cuando uno está creando, hay algo que está más allá que uno. Hay un momento en el que uno se conecta y las cosas fluyen, no sabemos bien de dónde. Para mí, en mi forma de verlo y de sentirlo, sí responde a algo que está muy conectado con la espiritualidad.

– Desde muy temprano, en tus proyectos y composiciones está presente la fusión de los sonidos latinoamericanos con otros géneros. ¿De dónde surge este interés?

Tuve esa visión desde muy chico, que tiene que ver con la identidad. Así como en un momento nos dimos cuenta -porque somos unos cuantos- de que había que cantar en nuestro idioma, yo sentía que también teníamos que tocar en nuestro idioma. En la música, no me interesaba copiar lo que hacían en Estados Unidos o en Inglaterra, y simplemente cantar en castellano. Me interesaba que la música también tuviera elementos que nos conectaran con el lugar de dónde venimos: quiénes somos y de dónde venimos, por qué nos gusta la música que nos gusta, por qué somos quienes somos, y traducir eso en la música. Y eso a través de incorporar desde ritmos, hasta timbres e instrumentos latinoamericanos. Siempre tuve el tema de la identidad muy presente, y lo llevo hasta el día de hoy, no solamente en ejemplos concretos que te puedo dar, como el tema del videojuego The Last of Us, escrito con un ronroco, que es un instrumento latinoamericano, y es en 6 por 8, que es un ritmo de carácter latinoamericano, o en Brokeback Mountain, nadie quizás lo va a notar, pero yo sé que en mi guitarra hay cosas que tienen que ver con Atahualpa Yupanqui. Pienso que lo de la identidad se refleja en casi todo lo que hago y es una visión que tuve desde muy chico y que en aquel momento era bastante cuestionada porque el rock nuestro estaba en sus comienzos y la gente decía «pero cómo, eso no es rock. Cómo vas a tocar un ritmo de chacarera con guitarra eléctrica», o «cómo vas a meter un charango en esta música, no va». Después, creo que el tiempo de alguna manera me dio la razón y hoy en día hay cientos de grupos que incluyen, como parte de su música, la fusión con cosas que tienen que ver con el lugar de donde vienen. Entonces insisto en esa visión desde muy chico porque me interesaba lograr una música que sea realmente nuestra, que pueda pertenecer al escenario mundial del rock o de la música alternativa, pero que tenga una identidad propia, que se destaque por el lugar de donde viene.

– ¿Qué te llevó a querer trabajar como productor musical?

Siempre me interesó mucho la producción, por eso empecé mi carrera firmando con RCA Víctor cuando tenía 16 o 17 años, y empezó mi carrera de artista y de productor a la vez, porque no había productores de música alternativa en ese momento y a mí siempre me interesó ese rubro. Desde muy chico me di cuenta de la importancia que tenía la producción en un disco, que una cosa era componer una canción, otra cosa era arreglarla, interpretarla, y otra cosa era convertir todo eso en un disco. Vi desde chico que había un arte en eso, un arte en la producción. Lo que hacía George Martin con los Beatles, Shel Talmy con los Kinks o Kit Lambert con los Who.

Pasé muchos años trabajando solamente en mis proyectos, porque yo me dedicaba al grupo con el cual estaba trabajando y mi vida era eso, entonces al principio mi vida Arco Iris, después todo era Soluna, después tuve un grupo aquí en Estados Unidos que se llamó Wet Picnic, y eso ocupaba toda mi vida. El único artista que yo producía fuera de lo mío era León Gieco, que es como un hermano mío. Luego de un proyecto muy lindo que hice con él, que se llamó De Ushuaia a la Quiaca, volví a Los Ángeles con ganas de salirme del foco. Fue muy inspirador ese viaje, conocer y trabajar con gente que hacía música por una necesidad vital, no porque le interesara hacer discos, ni salir en la TV, sino porque para ellos hacer música era una necesidad para seguir viviendo, y esa conexión tan desinteresada con la música, sin otro fin posterior más que el de simplemente hacer música y crear, me resultó muy inspiradora. Volví con ganas de retirarme del foco y poner mi talento al servicio de otros.

Justo en ese momento me llaman de México para ir a producir un tema de una banda. Voy, veo un poco lo que estaba pasando en México y se me vuela la cabeza, porque sentí que había una movida tremenda, estoy hablando de mediados de los 80, que me hizo recordar a los primeros discos en Argentina de Almendra, Panal, Arco Iris. Sentí esa misma vibración que se estaba gestando después de años de haber estado prohibido, porque el rock había estado prohibido desde el año 68. No se podían hacer conciertos de rock. En ese momento se abren muchas cosas en México, levantan la prohibición y surgen un montón de bandas nuevas, como Maldita Vecindad, Caifanes, Café Tacuba, y yo me decido ahí a meterme en tratar de hacer un mapa latinoamericano de música alternativa.

Uno de los primeros proyectos que hago es el disco Corazones de Los Prisioneros. Fue el primer disco donde logré que me pusieran el nombre de productor, porque hasta ese entonces había intermediarios que hacían negocios con las grabadoras y después se ponían el título de productor, pero en realidad eran una especie de productor ejecutivo, pero no los que hacían la producción musical. Ese título lo siento como un logro para mí porque no había ese rubro y eso significó empezar a cobrar regalías, cosa que tampoco existía. Cobraba regalías el que hacía de intermediario, pero al que hacía el trabajo musical le pagaban un fee y lo mandaban a la casa. Entonces el primer disco que realmente cambia todo eso para mí, y empieza a conformar ese mapa alternativo de Latinoamérica que yo quería hacer, es el disco de Los Prisioneros. Y luego viene La Maldita Vecindad, y hago el primer disco de Café Tacuba, que me tardé casi dos años en lograr que algún sello discográfico lo firmara. Y luego del enorme éxito de Tacuba con el primer álbum, surge la posibilidad de hacer nuestro propio sello discográfico y con mi socio de toda la vida, con Aníbal Kerpel, creamos SURCO, que fue un joint venture con Universal. Y el primer grupo que firmamos es Molotov.

– Mencionaste Corazones de Los Prisioneros, ¿por qué crees que sigue siendo un álbum emblemático?

Es un disco clave para mí por muchos motivos, en parte porque fue la primera oportunidad que tuve de trabajar con Jorge y conocerlo, y es un disco que marcó muchísimo. Creo que capturó un momento creativo de Jorge muy alucinante, un momento personal muy difícil, de cambios, de conflicto dentro de la banda, de lo que era la estructura de Los Prisioneros, y todo eso se tradujo en sus canciones, en la composición. Hasta el día de hoy, vas aquí una noche en Los Ángeles a donde toque una banda de rock en español y en algún momento de la noche el DJ va a pasar «Estrechez de corazón» y «Tren al sur», dos clasicazos. Es un disco muy importante para mí y conocer a Jorge fue maravilloso porque lo considero un gran, gran, gran artista, un visionario en muchísimos aspectos. Me encanta como músico, como poeta y como intérprete. Después, a través de los años, me he visto con Jorge. Hicimos también su primer disco solista. Continuamos una amistad muy linda en todos estos años. Espero realmente encontrarme con él ahora que vaya a Chile.

Gustavo Santaolalla – “Desandando el Camino”

Miércoles 12 de septiembre 2018 – 21:00 horas
Entradas a la venta a través del sistema Ticketek, y sin cargo por servicio en boleterías del Teatro y centro de atención de la Comunidad de las Artes (Av. Providencia 1266) con descuento para socios.
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