El alma enferma puede sanar con arte y belleza

En un periódico nacional se publicó hace algún tiempo que, según estudios internacionales, Chile es uno de los países más individualistas del mundo, luego de Estados Unidos.

“Cambiamos el compartir por el querer diferenciarnos. En vez del teléfono de barrio, queremos celulares para todos, internet y un auto para cada uno de la familia. La cultura de consumo modificó nuestros valores y aspiraciones: hoy la fama, el dinero y la imagen son primordiales en nuestra escala valórica”, sostenía el reportaje publicado un sábado.

“Privilegiamos nuestras acciones y logros individuales en vez de acciones y logros colectivos. Y para obtenerlos, nos centramos en ser diferentes y en nosotros mismos», apuntaba Wenceslao Unanue, profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez e investigador de la Universidad de Sussex, quien trabajó en el estudio Materialism and Well-being in the UK and Chile (Materialismo y felicidad en el Reino Unido y Chile), junto con la académica Helga Dittmar.

No sabemos quiénes somos ahora y qué sentido tiene la vida, pero el alma enferma puede encontrar en el arte y la belleza una fuente de sanación.

Por otra parte, desde hace ya más de una década se viene diciendo que el país ostenta otros títulos en desarrollo humano, tales como: “altos índices de consumo de tranquilizantes y antidepresivos”, “altos índices de consumo de alcohol”, “país trabajólico pero muy poco productivo”, etc.

A estos se agregan “altos índices de desconfianza en las relaciones interpersonales”, “baja autoestima”, “fuertes sentimientos de exclusión y necesidad de ser reconocidos”, “ausentismo laboral”, “presentismo laboral”… y lo que viene a coronar estos síntomas: ”ausencia de sueños”, “sentimientos de infelicidad”, “desesperanza”, ”pérdida del sentido de la vida”.

Aprisionados por las deudas, por sistemas de producción depredadores que exigen resultados a toda costa, competir a toda costa, arrasar con los otros a toda costa, y con ingresos que se hacen humo fácilmente, millones de personas caminan como zombies por los centros urbanos contaminados, congestionados, sin mirarse, sin saludarse, estresados, cansados, sin compadecerse por los abandonados en las aceras, sin respeto por los niños en los sistemas de transporte, sin miramientos con los que van cayendo quebrados en el camino.

El alma humana está en crisis desde hace mucho tiempo. ¿Qué relación tiene el individualismo con esta crisis?

El individualismo nos ha dejado en soledad, tensión, miedo y vacío. Sin orientación, sin fuerzas, sin sueños. El espíritu anda errático y casi siempre detrás de respuestas falsas. Aparecen los profetas, los magos, los hechiceros, los pastores y todo el negocio del alma humana a ofrecer ¡PARE DE SUFRIR!

No sabemos quiénes somos ahora y qué sentido tiene la vida, pero el alma enferma puede encontrar en el arte y la belleza una fuente de sanación.

El arte es considerado una de las manifestaciones más sublimes del alma humana. Abraham Maslow, un famoso autor investigador de la creatividad y la autorealización señala que los artistas son lo más cercano a un espíritu elevado, sano y pleno.

A través de practicar disciplinas artísticas o exponernos con los sentidos más abiertos a representaciones y expresiones de la belleza, entramos en mundos sensibles que nos abren el corazón a la comprensión no racional de las cosas. El arte y su poderosa imaginería nos permiten deconstruir lo que nos impide ser: desbloquea las creencias, los miedos, las soledades, las rabias, todo aquello que no ha tenido explicación lógica y que abruma nuestro ser cotidiano.

A través del camino no racional, sino emocional estético y ético del arte, se abre la única posibilidad de recuperarnos: reencontrándonos con nuestros valores esenciales.

La música, la pintura, las artes escénicas, el cine, la literatura, la poesía, el circo y el humor son “armas cargadas de futuro”, porque junto con derribar las barreras del miedo a la libertad, abren caminos antes impensados para construir bienestar y felicidad en el alma humana.

Alfredo Saint-Jean Domic

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