Acá en el sur ya es primavera. Hay permiso para destapar el amor en todas sus formas y con todos sus jolgorios. La tierra, el sol, el agua, la luna, el cielo y las estrellas nos vienen a saludar y a acompañar hasta fin de año. Las flores y los frutos incipientes, los árboles resueltos de verdor, el mar azul. Días para enamorar y enamorarse, días de ilusión, besos y esperanzas.
Despierta el amor en primavera. El amor erótico, de pareja. El amor tierno, fraternal, de hermanos y familia. El amor altruista, a la humanidad. El amor a la naturaleza y a los animales. El amor al universo y a la creación. El amor a un ser superior.
Un teatro siempre será una buena nueva en la ciudad, un punto de luz y coincidencia amorosa. Un espacio de vida. Un lugar de amor.
Todas estas dimensiones del amor que han sido tema central de las artes. Tal vez el tema más importante, el que reúne más obras, expresiones y artistas en el mundo entero es el amor como motivo principal de la creación. Por algo se dice que los artistas son los seres más cercanos al Creador.
Si el arte es la actividad más elevada de los seres humanos, las obras de arte relacionadas con el amor, son aún lo más alto. Lo más sublime.
No nos cabe duda de que en los teatros del mundo, como en el teatro nuestro, cada día, en cada obra se inaugura el amor. Para la música, la danza, las artes audiovisuales, el circo, la lírica. Un teatro es como un templo. Los artistas vienen aquí a entregarse y a entregar lo mejor de sí mismos, a un público dispuesto a recibir, abierto de corazón a ser tocado por la sensibilidad del amor de los creadores.
En un mundo que a veces no quisiéramos ver por sus oscuros espectáculos de guerras y desamor, sus desastres, sus amenazas y desventuras, existen los escenarios inadvertidos a veces de los teatros que día a día continúan, a pesar de todo, con la función del amor, de la creación, de lo más alto del espíritu humano. Como un faro en la oscuridad, un teatro siempre será una buena nueva en la ciudad, un punto de luz y coincidencia amorosa. No se puede esperar otra cosa. Siempre será un espacio de vida, movimiento, alegría, color, magia, elevación, emoción y triunfo sobre las oscuridades y las desgracias. Un lugar de amor.
Aquí en el sur del mundo, un viejo teatro fue restaurado para el amor. Quisiéramos que muchos más se levantaran y se convirtieran en escenarios del amor humano en cualquiera de sus formas. Teatros, espacios para compartir la emoción de existir en común, unidos por una red invisible de mensajes y significados destinados a tocar el alma humana, como una campana que nos recuerda que a pesar de todos los males que nos acechan, seguimos siendo personas, humanos, hombres y mujeres con capacidad de crear y amar, de reconocer lo bello y significativo, entre lo banal y superficial, lo noble y esencial, entre el plástico y lo desechable. Lo que queda y permanece para siempre entre lo que se consume y desaparece al instante.
Acá en este teatro del sur ya es primavera y cada día se abre el telón de una nueva obra de amor.
Alfredo Saint-Jean Domic