Hace un par de años compré este disco, una grabación de una tropa de teatro italiana de octubre del ’73, dónde es cuestión de una radio de resistencia del MIR durante el golpe. En la carátula aparece escrito “Han matado Ángel Parra”. Los italianos confundieron a Ángel con Víctor, retomando un relato terrible que circulaba en Europa durante esos días. Tenía ganas de mostrarle este disco al Ángel, saber si lo conocía y qué reacción le producía esta especie de humor negro, retroactivo y accidental. No lo hice, por esa fecha lo habían operado, sacándole un pedazo de pulmón.
Me encantaba ir a verlo a su estudio en rue de l’Ouest en París. Cualquier excusa era buena. Por su parte, que le ayudara con algún problema informático, que grabara un ensayo… por mi parte, tratar de saber algo sobre algún momento específico de los tiempos de la Nueva Canción Chilena para mi programa de radio… y para ambos, la certeza de terminar conversando una botella de vino verde en el bar del portugués.
Tal vez a Ángel le sorprendía la curiosidad que yo tenía por la Nueva Canción, y es que siempre me alucinó el compromiso social y político de la generación de jóvenes que vivió en Chile a fines de los ’60, y la importancia que jugaron las manifestaciones culturales en esa dinámica transformadora. Y ahí, él tuvo un rol central, como cantor y por la experiencia que junto a su hermana trajo de París, con instrumentos nuevos para Chile, montando una peña similar pero mejor que los locales que conoció cantando en rue Monsieur Le Prince. En esas conversaciones fue muy generoso conmigo, contándome innumerables historias, usándome como puente de comunicación entre los jóvenes de entonces y los jóvenes de ahora.
Con la llegada de la enfermedad esta relación no cambió, al contrario, era increíble verlo con tanta energía, con tantas ganas de lanzarse en nuevos proyectos de discos, de libros, de recitales, de relacionarse con un mundo más joven. Un día me dijo “Estás puro hueviando en París, si esto es lo que te gusta hacer, es en Chile donde tienes que estar”. Y me vine a Chile. Nos vimos menos, en sus viajes, pero la enfermedad lo obligaba a volverse a París. Siempre lo vi bien, fuerte y entusiasta. Pero hoy se nos fue.
Ángel Parra, gracias por casi todo, porque se te va a echar mucho de menos.
Luis Emilio Briceño Saint-Jean
11 de marzo 2017