La actriz Annie Murath tiene una relación muy especial con Édith Piaf desde antes de encarnarla en el aclamado musical que repasa su vida. Cuando niña, su música le llamaba la atención pero su abuela inglesa le prohibía escucharla por considerarla «vulgar». Años más tarde, estando en París, llegó de forma inesperada a su tumba, ubicada en el cementerio Père-Lachaise de Francia. Por lo mismo, cuando Francisco Olavarría, de la productora de musicales Cultura Capital, le planteó el desafío de darle vida sobre los escenario ella no dudó en aceptar.
«Hoy el espectáculo se llena de muchas cosas, pero la raíz, que es tu voz o el público, a veces se disfraza tanto que ni siquiera tiene valor», comenta Annie Murath.
«Pensé que venía un mundo por trabajar», asegura Murath, y así fue. Meses de trabajo arduo para pulir la pronunciación en cada canción y acoger su historia de vida como si fuese propia. El resultado subió por primera vez a escena en 2012 y logró un gran éxito que potenció su carrera y llevó su nombre de lleno a la escena nacional. Ahora, casi ocho años después de haber tomado ese reto, Piaf, el musical llega por primera vez a nuestra sala con tres funciones imperdibles del 24 al 26 de enero.
Éste fue uno de los montajes que dio inicio al potente momento que atraviesa este género actualmente en nuestro país. Pero, a pesar del tiempo que ha pasado desde el estreno y del hecho de que Murath ha brillado en este rol, afirma que mantiene «el mismo miedo y el mismo susto» que la primera vez, como una forma de seguir respetando la figura de la cantante apodada como «El Gorrión de París».
Sobre el desafío de interpretar sobre las tablas a Édith Piaf, cómo este musical potenció su carrera y lo mucho que ha aprendido en este camino, conversamos con la protagonista de Piaf, el musical.
– Édith Piaf es una figura muy compleja, sobre todo por su forma de cantar. ¿Cómo fue desafío de llevarla a escena?
Fue tremendamente duro, no fue nada de fácil. Yo no tenía una gota de francés en mi boca, fueron cinco meses tremendamente duros, sobre todo de fonética, con el director musical de ese momento, que era Izidor Leitinger. Y realmente la dificultad era el idioma que en Piaf era muy particular, porque era de la calle, no el francés que se tiene hoy. Hubo grandes cambios en mi boca, pero una de las cosas afortunadas que ya traía en mi cuerpo era que yo tenía toda una técnica gracias al trabajo del Pantheatre y de la escuela Roy Hart en Francia, entonces yo podía entender la sonoridad; la dificultad estaba puesta en la fonética. Y fue un trabajo de ocho horas diarias, de lunes a lunes. Cinco meses en que prácticamente no tuve tiempo para otras cosas más que para eso. Pero lo bello fue que cuando se logra el momento, cuando ves que terminas la última canción y existe ese silencio y dices “esto se fue a las pailas o fue un éxito”, porque no era término medio, y escuchas al público que aplaude… uno dice “misión cumplida”. Pero fue duro, yo lo recuerdo como un momento tremendamente importante en mi vida.
– Ese esfuerzo rindió frutos porque es un rol que ha marcado tu trayectoria artística. ¿Dirías que esta obra tiene un significado especial para ti?
Sí. Hay un antes y un después de Piaf. En el antes yo siempre fui una mujer de teatro, una mujer profesora de voz y una mujer que siempre se mantuvo en un lugar. Pero Piaf a mí me abrió las puertas, la producción de este musical hizo un trabajo muy importante para mí, de saltar al medio con un tremendo personaje y a la vez, también, entendiendo que no es cantar por cantar. A Piaf tú no puedes imitarla sin entender antes cuál es todo su camino en su voz. Ella es solo voz, ella no tiene nada que ver con un ballet, no trabaja con espectáculo, ella era su voz, un cenital, un vestido negro y su acordeonista o una mini orquesta. Eso era ella. Y llegar al público con esa experiencia es un riesgo muy grande que corre la producción, pero que finalmente se logra.
– También se hace un relato biográfico bastante interesante. De lo que está presente de la vida de Édith Piaf en la obra, ¿qué es lo que más te llama la atención?
El amor. La forma de amar de esa mujer. Es una mujer que a mí me enseñó mucho. Tuve la gran oportunidad de tener un gran director en ese momento que era Marco Espinoza, con él tuvimos grandes conversaciones de cómo era la biografía de esta mujer y yo llegué finalmente a esa conclusión: el amor, cómo duele el amor. Ella lo dice. Una vez le preguntaron qué es lo más importante en la vida, y respondió a una periodista en la playa: “saber amar”. Eso es un trabajo de vida, ni siquiera es un trabajo de Piaf, porque ella amó sin límites, en tiempos tremendamente difíciles como son la guerra y con todas las adicciones que uno puede tener, ella amó incondicionalmente. Ella formó grandes cantantes, formó escuela interpretativa, entonces cuando pasas por un personaje como ese, en mi caso, cantar cualquier canción después, no es que diga que es fácil, pero ya hay un camino hecho.
– ¿Cómo es la experiencia de subir a escena a casi 8 años de haber asumido este reto?
El mismo miedo y el mismo susto. Yo siempre le pido permiso a ella, antes de entrar a escena le digo: “vamos a actuar, Piaf. Ayúdame a no dejar mal tu nombre”. Para mí ella es, en ese sentido, muy significante, yo le debo mucho a ella y siempre hay algo que entregar, llegar con la poética. Son cosas que hoy en día a la gente, a veces, ni siquiera le interesa.
– ¿Cómo ves el papel de Piaf como figura clave en la historia de la música?
Ella tuvo una vida tremenda, pero ella sobrepuso toda su vida a lo que era lo más importante: cantar. Para ella cantar, como lo dice en sus textos, era otro mundo y eso es algo muy importante, porque ella muestra otro mundo interpretativo y la gente en los años 40, los grandes intérpretes como Jacques Brel, Charles Aznavour, la misma Piaf, Sinatra, son íconos tan importantes porque ellos no cantan por cantar, ellos cantan porque había que hacer algo más que eso. Había una política detrás, una política artística y yo creo que eso, hoy en día, es algo que hay que recuperar. Hoy el espectáculo se llena de muchas cosas, pero la raíz, que es tu voz o el público, a veces se disfraza tanto que ni siquiera tiene valor. Por eso creo que hoy en día la Piaf sigue siendo y va a ser siempre un ícono, porque ella muestra el alma en su voz, y cuando tienes esa responsabilidad en tu cuerpo, o lo haces seriamente y lo cuidas como corresponde, finalmente se convierte en un gran espectáculo. Eso es lo bonito que ha pasado, que a pesar de todos los años que llevamos haciendo este rol, se sigue todavía teniendo un público fiel que quiere seguir viendo y escuchando a esta mujer.
– ¿Con qué se va a encontrar el público que vaya a ver Piaf, el musical este 24, 25 y 26 de enero al Teatro NESCAFÉ de las Artes?
Con emoción, con amor, con canciones mágicas. Acabo de decir la palabra: “magia”. Magia escénica que, gracias a la directora Bárbara Ruiz-Tagle, muestra en el escenario a una banda en vivo, una niña que canta maravilloso y a mí personificando a esta mujer, dándole via a una época y a una de las voces más hermosas y más sublimes que ha tenido la música en el mundo, Piaf.
Piaf, el musical
24, 25 y 26 de enero – 20:30 horas
Entradas a la venta en Ticketek, y sin cargo por servicio en boleterías del Teatro y Comunidad de las Artes (Av. Providencia 1266) con descuento para socios.
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